miércoles, 24 de noviembre de 2010

Rata


Martes veintiséis de junio de mil doscientos ochenta y cuatro
Así no lo crean, las ratas llevamos los días muy bien contados, es normal, los que nos quedan son pocos; pero en esa ciudad todo era distinto, éramos miles, decenas de miles, y la ciudad era pequeña, la plaga somos nosotros, y la plaga en abundancia nos hacia felices.
La gente se quejaba y gritaba; de vez en cuando alguno de nosotros perdía la vida en desafortunados eventos, nunca me han agradado los humanos, tienen una forma extraña, poco pelo y demasiadas creencias, pero ellos tienen la comida buena, la comida que nos gusta y por la cual estamos aquí, en la bonita ciudad amurallada cuyo nombre no recuerdo bien.
Hace unos días, rumoraban que el líder de esta simpática ciudad, lleno de odio y de ímpetu, prometía, que si nos sacaban de aquí (imposible), daría una recompensa; yo no entiendo esos asuntos, pero la reacción de los humanos, hiso parecer que la recompensa era abundante.  Los intentos de los habitantes no se hicieron esperar, y ninguno fue mínimamente efectivo, las ratas somos animales serios, tratamos de huir a la insistencia de nuestra erradicación, ciertamente, pero como saben, las ciudades son como ríos, la gente cambia, la peste cambia, el pueblo cambia y hasta las ratas cambia, y simplemente  por una fuerza casi inentendible, decidimos huir de la ciudad; Saltamos a través de la comida y la gente, y se escuchaba , a lo lejos, la melodía más dulce que los oídos de dios o de la peste hubiesen podido escuchar , y las palabras del fabuloso flautista, no se hicieron esperar.
-El deber  del cantor, imprudente
Seria actuar
Las ratas expulsar
Tornar al triste pueblo, sonriente
Corrimos y anduvimos, a través de los muros y las paredes de la ciudad amurallada, salimos a las praderas del raro verano que rondaba esos días, que tenia más bien, un color amarillo; disfrutamos los recorridos extasiados, felices y nos dirigíamos en dirección al rio.
Cada uno de mis hermanos, se sumergió en el rio, junto conmigo, a ahogarnos, a librar a la ciudad de la peste y a llenar al flautista de riqueza; (ninguna muerte es impedimento para la narración, vale), se cuenta, que aun, por estos días, en el la iglesia del pueblo se lee:
En el año de 1284 en el día de Juan y Pablo
siendo el miércoles 26 de junio
por un flautista vestido con muchos colores,
fueron seducidos 130 niños nacidos en Hamelin
y se perdieron en el lugar del calvario, cerca de “koppen“.
La historia se volvió, fabula y la fabula leyenda, y la leyenda, cuento de niños. Hamelin, fue la ciudad mas triste del mundo, y nunca dejaron su avaricia, pero la verdad no importa
 Es notorio, El flautista de Hamelin, el escritor del relato y yo, tenemos algo en común al fin.

Mauricio Monsalve




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